ENTREVISTA A UNA VÍCTIMA DE ACOSO ESCOLAR (Parte 2)

“Lo más importante para superarlo es la autoestima. A eso le doy un 70% de todo. Como caigas en depresión… estás perdido»

En esta segunda entrevista, nuestro entrevistado continúa describiéndonos cómo era él, como persona, antes de que empezara el acoso: “Mi forma de socializar era muy diferente. Abierto… poco tímido. Muy sonriente. No fue hasta el ingreso en el instituto que fui perdiendo eso para volverme serio, reservado. Con desconfianza. Me tomó años, hasta los 27 por poner una fecha, volver a ser como era y no del todo. Puede que durante un tiempo haya padecido una psicología un poco paranoide, asumiendo que todo acontecía en mi vida cotidiana contra mí. Una vez reconocí eso, empecé a esforzarme para romper con el pasado. Pero parte de esa seriedad vive conmigo ya”.

Nos cuenta, también, que en tres ocasiones la palabra “suicido” se le cruzó por la cabeza, pero afortunadamente, en las tres ocasiones alguien se dio cuenta y lo paró. Dos de esas veces, fue pensar en su propio padre lo que evitó que ocurriera: “Le ocurrió hace mucho algo que lo hizo buscarme, para superar algo malo que le pasó. Recordarlo a él me frenó dos veces. La tercera fue por un amigo que vivió conmigo todo y hoy en día aún me apoya. Incluso me dio ánimos a contarlo como hago ahora”.


Nuestro entrevistado nos sigue contando, con sorprendente sentido del humor, que recuerda cuando su amigo tuvo que desatarlo de la portería del patio del colegio, tras pasar un par de horas bajo el sol del verano: “Era recibir un trato malo constantemente”, nos cuenta, “sin saber qué va a ocurrir después de clases o en el recreo”. Cuando le pregunto por cómo se sentía cada vez que iba al colegio, si sufría miedo, responde que más que miedo, lo que sentía era temor. Ganas de huir y olvidarlo todo”.

Recordar que su padre le ayudó en dos momentos cruciales, y la ayuda de su amigo también. En cuanto a un psicólogo profesional, explica que sólo recibió ayuda una vez, durante menos de medio año. “Sólo durante la ESO, en el instituto. Mi madre fue la que me llevó, salió directamente de ella llevarme, porque pasé de tener buenas notas a suspender mucho de golpe. No hizo falta que le contara nada al psicólogo, se dio cuenta él”. Poco a poco, empieza a recordar un poco más de esa época, señalando que probablemente fue a finales de 4º de la ESO, y que fue el psicólogo quien le ayudó a finalizar el curso.

En cuanto a ese apoyo, nos dice que el psicólogo propuso un cambio de instituto a sus padres, propuesta que fue, desgraciadamente, ignorada. “No le conté las agresiones físicas. No me atrevía. Sólo sabía lo del material escolar y, por otro lado, mis padres, para lo que quedaba de curso, ignoraron completamente el acoso. No olvido esa ignorancia, aunque no les tengo rencor”.

Al ver la poca ayuda que recibió, y pensar en la cantidad de niños que pueden sufrir una situación similar, le pregunto que, ante esto, ¿cuál es la solución? “La solución está en uno mismo. Lo más importante para superarlo es la autoestima. A eso le doy un 70% de todo. Como caigas en depresión… estás perdido”.

“No es fácil. Te esfuerzas y caes otra vez. O te cansas o tienes perseverancia, autoestima. Y hay algo que tener en cuenta. A veces plantar cara es darles pie a echarse sobre ti. Entonces, estás entre la espada y la pared. Si hubiese sido uno contra uno, sí hago lo que sea, pero tantos abusando… no es lo mismo”. 

Señala que contar todo esto le está ayudando y aliviando, y continúa recordando uno de los momentos que más le marcó. “Una vez, al regresar de educación física, entramos al vestuario en donde pretendieron tirar mi ropa en el patio e ir yo a recogerla desnudo. Lo impedí forcejeando violentamente, y también porque la profesora se dio cuenta y levantó la voz. Mi forcejeo me costó que me estrellaran contra los azulejos del baño varias veces. Eso se te queda dentro”.

Curiosamente, no son las agresiones físicas lo que más le ha marcado, sino que nos cuenta que también sintió rechazo social en la calle, gente evitando querer relacionarse con él porque sabían lo que le estaba ocurriendo. “Te ven mal, nada hace más daño que eso, saber que hablan de ti”.

Volviendo al presente, y hablando de cómo han podido cambiar las cosas respecto al acoso escolar y teniendo en cuenta su experiencia personal y profesional, destaca que describiría la situación actual como “consentida por parte del sector educativo”. No considera que tampoco se haya mejorado mucho en el sector legislativo, como incluso puede observar en su día a día en su propio trabajo: “Se ha conseguido que se dé a conocer que esto ocurre, pero la lucha la tienen los familiares de los niños y no tan niños. No es una lucha por parte de la ley como debería ser”.

Como profesor, no ha recibido ningún tipo de formación para detectar y luchar contra el acoso, e incluso al actuar en cuanto vio casos en su centro, recibió “broncas” por ello. “Durante cinco años, he dado decenas de clases. Sólo he podido detectar tres casos de acoso, pocos en comparación al centro donde fui, y aunque no se consideren muchos, yo actué. No hubo agresiones físicas, pero sí insultos y agresión material. Si yo pude ver eso en cinco años, significa que otros profesores pudieron ver lo mismo”.

Volviendo a la situación actual, entra un nuevo factor: las redes sociales. Aunque no es nuevo, sí que ha ganado fuerza los últimos años, y le pregunto si cree que eso ha facilitado también que los casos aumenten. “No sé si hay más o menos casos que antes. Es otra forma de acoso que iguala al rechazo social, pero al menos se visualiza más. En mis años no se usaban a penas, aunque no quiero pensar en cómo hubiera sido si las redes tuvieran más repercusión en mi caso, creo que hubiera sido peor”.


A esto, añade que el peligro de las redes sociales es que cualquiera puede, también, aprovecharse e involucrarse como agresor.


Por último, le pregunto sobre sus agresores, sobre si los ha vuelto a ver. Me contesta que no, que no ha tenido contacto alguno, y que ninguno se ha esforzado por pedir perdón. Tampoco cree que se hayan arrepentido, ya que “de ser así, ya se habrían acercado a pedir perdón. Alguna vez los he visto de lejos, y se ve que no llevan vidas saludables. no creo que se den cuenta, cada uno elige ser como quiere ser”. A la pregunta sobre qué les diría si estuvieran leyendo esto, contesta “Que miren atrás, que se vean a sí mismos. Y valoren como adultos si eso fue una niñez normal, o no”.


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